Argentina: Córdoba, Iguazú y Buenos Aires

Una de las zonas más emblemáticas de la ciudad argentina de Córdoba es la llamada Manzana Jesuítica, un conjunto monumental compuesta por diversos edificios que pertenecieron a la Compañía de Jesús, quienes configuraron aquí un importante centro religiosos y educativo. Su presencia, que tuvo lugar antes y durante el periodo del virreinato, marcó un antes y un después en la configuración urbana de esta ciudad.

Ubicada en un área peatonal y declarada en el año 2000 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, este conjunto histórico se encuentra en un excelente estado de conservación y, además de los edificios que lo conforman, se encuentra rodeado de algunos museos y edificios de interés que pueden complementar la visita, como por ejemplo la Academia Nacional de Ciencias.

El primero de los edificios que configuran la Manzana Jesuítica es la iglesia, que se caracteriza por el enorme contraste entre su rico interior –mezcla de barroco y neoclásico– y un sobrio exterior, con una fachada que no llegó a terminarse. Detrás del templo se encuentra la Capilla Doméstica, un santuario de mediados del siglo XVII que sirvió inicialmente para los novicios, y que presenta igualmente una hermosa y delicada ornamentación.

Otro de los edificios del conjunto jesuítico es el de la Universidad, que además de su interés arquitectónico destaca por el valor incalculable de su biblioteca, repleta de ejemplares únicos en varios idiomas, que pertenecieron a la colección privada de los sacerdotes. Cerca de este edificio, por último, encontramos el Colegio Nacional de Montserrat, que junto a la universidad están consideradas como las instituciones educativas más antiguas del país. Su fundación, a finales del siglo XVII, dio cabida a los numerosos estudiantes que acudían a la ciudad de Córdoba y se convirtió en un prestigioso centro de estudios.

Además de su extraordinario y rico legado patrimonial, evidenciado por la multitud de iglesias, monumentos y edificios históricos, la ciudad de Córdoba ha sabido complementarlo con una amplia oferta museística, que nos permite profundizar en su vertiente más cultural. Del mismo modo que la arquitectura urbana oscila entre la tradición y la modernidad, sus museos nos brindan la ocasión de ahondar en la historia, el arte, la religión, la ciencia y la etnografía, ofreciéndonos un retrato amplio del pasado y del presente de esta ciudad.

Los amantes del arte, además de poder disfrutar de los numerosos artistas callejeros que se encuentran por doquier –convirtiendo algunos rincones en bellos museos al aire libre– encontrarán en Córdoba diversas opciones. Es el caso por ejemplo del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, ubicado frente a la Plaza de España, que, a través de la fotografía, la escultura y las pinturas nos asombra con sus diversos espacios artísticos. Del mismo estilo es el Museo Municipal de Bellas Artes Genaro Pérez, que alberga una importante colección de artistas argentinos y que su ubica en un bello edificio.

El Museo de Antropología, por su parte, está instalado en una antigua casa de comienzos del siglo XX, y nos invita a conocer las características y el legado cultural de aquellos pueblos que han habitado la ciudad de Córdoba y el territorio argentino a lo largo de la historia. Las distintas salas con las que cuenta el museo nos acercan, por ejemplo, a la arqueología andina y de los pueblos serranos, así como también a las elaboraciones textiles de sus habitantes. Otros museos interesantes instalados en hermosas casas de principios de siglo XX son el Museo Superior de Bellas Artes “Evita” –situado en el Palacio Ferreyra– y la casa-museo del Palacio Dionisi, que ha conservado la gran mayoría de sus elementos originales.

Finalmente, cabe destacar la importancia que la dimensión religiosa tiene en Córdoba, dejándose sentir en todos sus rincones. Aparte del patrimonio monumental correspondiente a los jesuitas –concentrado en buena medida en la conocida Manzana Jesuítica– y del trabajo decorativo y arquitectónico de los templos que pueblan la ciudad, encontramos también en ésta numerosos museos relacionados con este ámbito. Es el caso del Museo de Arte Religioso Juan Tejeda, el Museo “Catalina de María” y el Museo de Arte Religioso Obispo Fray José Antonio de San Alberto.

Córdoba es la segunda ciudad más importante de Argentina, así como el enclave de referencia en la región central del país. Se trata de un histórico asentamiento que fue fundado por los colonos españoles durante la segunda mitad del siglo XVI, con el objetivo de unir la región del Alto Perú con el Río de la Plata. La vía que terminó uniendo estos dos lugares se conoció como el Camino Real, que llegó a convertirse en la principal vía de comunicación, transporte y comercio entre ambos territorios.

Su clima bondadoso durante todo el año, la apasionante historia que nos aguarda entre sus edificios y la belleza de su entramado urbano, a caballo entre la era colonial y los edificios modernos, la convierten en uno de los destinos más atractivos de Argentina. Para descubrirlo, solamente es necesario dejarse llevar a través de un paseo por sus calles y avenidas arboladas, y explorar sin prisa la diversidad de sus barrios.

Una buena manera de comenzar es dirigiéndonos al centro de la ciudad, donde encontramos la Plaza de San Martín, punto neurálgico en la fundación de la ciudad, pues fue a partir de ésta desde la que se organizaron las setenta manzanas iniciales que darían vida a Córdoba. Entre los edificios originales de la época que todavía se conservan, podemos mencionar el Cabildo –que fue ampliado durante el siglo XVIII– y la Catedral, situados ambos frente a esta misma plaza.

Algunas cuadras en dirección sur, en pleno barrio de Güemes, se ubica el Paseo de las Artes, una de las paradas imprescindibles en cualquier visita de la ciudad. Se trata de un lugar que reúne durante los fines de semana a numerosos artistas, anticuarios y artesanos, que nos invitan a pasear tranquilamente mientras descubrimos sus fantásticas creaciones. Allí se encuentran también el Centro Cultural Paseo de las Artes y el Museo Iberoamericano de Artesanías, la visita de los cuales supone un interesante complemento.

Aquellos que quieran disfrutar de la naturaleza sin alejarse de la ciudad, encontrarán en Córdoba diversas opciones, comenzando por el popular Parque Sarmiento, que presenta un hermoso diseño estilo belle epoque y que permite además realizar algunas actividades deportivas. Otra opción es pasear por el parque de La Cañada –situado muy cerca del centro y uno de los mejores espacios verdes dentro de la ciudad–, tomar el sol en las orillas del río Suquía o relajarse en el majestuoso Jardín Botánico.

Más altas que las del Niágara, entre Canadá y Estados Unidos, y más anchas que las Victoria, en el sur de África (entre Zimbabue, Zambia y Botsuana), las Cataratas de Iguazú, cuyo nombre en lengua nativa significa “aguas grandes”,

se encuentran situadas entre el estado brasileño de Paraná y la provincia argentina de Misiones, en un punto muy próximo a su vez a los límites de ambos países con Paraguay.

Formadas hace 200.000 años en la confluencia del Iguazú con el río Paraná, estas cataratas fueron descubiertas por el gaditano Álvar Núñez Cabeza de Vaca que se tropezó con ellas en 1541 tras una expedición por el sur del actual Brasil.

Creadas por un conjunto de 275 saltos de agua, las podrás contemplar caminando por un entramado de pasarelas y miradores que se acercan hasta el vértigo a sus caídas de agua, de hasta 70 metros de altura, o en pequeñas lanchas que se aproximan a sus pies, permitiendo incluso admirar a una distancia muy reducida el incuestionable plato fuerte: la Garganta del Diablo, la cascada más impresionante con 80 metros de altura. Envuelta en un rugido aterrador y en una cortina de niebla que cala hasta los huesos, no podrás apartar la vista.

La mayor porción de las cataratas se localizan en territorio argentino, aunque algunos de sus ángulos más espectaculares los encontrarás en el lado brasileño, por lo que lo más recomendable es no perderse ninguna de ambas orillas. Es perfectamente factible pasar de un país al otro en el mismo día; desde la localidad argentina de Puerto Iguazú a la brasileña de Foz do Iguaçu.

Tanto las cataratas como la selva subtropical que las encierra quedan protegidas por sendos parques nacionales, uno argentino y otro brasileño, morada de más de 400 clases de aves, casi 2.000 especies vegetales y varios tipos de monos y serpientes, además de caimanes, tapires e incluso jaguares.

Infinidad de senderos, como el imprescindible Macuco, permiten, por todo este entorno selvático, ir sumando panorámicas a cual más espectacular de los distintos saltos, como los famosos Bossetti, Dos Hermanas, Álvar Núñez, Lanusse, Chico Alférez, Ramírez, Benjamín Constant, Deodoro, Floriano o Santa María, e islas como la de San Martín, que también forman a su paso estas cataratas que sirvieron de inolvidable escenario a la película La Misión.

Iguazú es principalmente conocido por sus cataratas, un impresionante salto de agua en la frontera entre Brasil y Argentina –y muy cerca además de Paraguay– situado en un enorme parque nacional que recibe el mismo nombre y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su importancia natural. Este parque está compuesto por un fascinante bosque tropical y goza de una amplia biodiversidad y distintos niveles de vegetación, siendo además el hábitat de grandes felinos como el puma o el jaguar.

De entre todos los lugares que conforman el conjunto de cataratas de Iguazú, del lado argentino, sin duda uno de los más espectaculares es el que se conoce como “la Garganta del Diablo”, el salto más majestuoso y caudaloso de todos. Asomarse al mirador, construido justo encima de la caída del agua, y escuchar el rugido que genera se convierte en una experiencia definitivamente inolvidable.

Aunque sin lugar a dudas el mayor atractivo de la región de Iguazú son sus espectaculares cataratas, no significa que no existan otras actividades que podamos realizar una vez lleguemos aquí. Para comenzar, merece la pena dedicar un tiempo a descubrir Puerto Iguazú, –desde donde parten la mayoría de excursiones para ver las cataratas–, una localidad típicamente argentina que se organiza alrededor de una amplia avenida.

Allí podemos ver la feria de artesanos, deambular por la calle Ferinha –que cuenta con numerosas tiendas gastronómicas­– o acercarnos hasta una esquina del pueblo para divisar el Hito de las Tres Fronteras, un excelente mirador que nos permite divisar el punto en el que se cruzan el río Paraná con el río Iguazú, lugar que a su vez representa la frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil.

Precisamente una de las actividades más interesantes que pueden realizarse desde Puerto Iguazú es cruzar hasta ambos países para ver como son y compararlos, así como dirigirse al Parque Nacional do Iguaçu –en Brasil– para contemplar las cataratas desde otra perspectiva totalmente diferente. En la parte brasileña, que cuenta con tres pasarelas, se obtiene una vista panorámica de ambas cataratas, que quedan una al lado de la otra. Tras la visita puede aprovecharse para pasear por la localidad de Foz de Iguaçu, situada a pocos kilómetros del parque.

El tango es un baile y un estilo musical conocidos en buena parte del mundo y son, sin ninguna duda, uno de los grandes alicientes culturales del país. Propio de la región del Río de la Plata y emblema de la capital argentina, este arte nació a finales del siglo XIX fruto de la mezcla intercultural que se concentró en la zona.

Actualmente esta práctica sigue muy activa y Buenos Aires cuenta con numerosos lugares donde disfrutar del espectáculo en vivo –llamados “tanguerías”–, así como de centros en los que se imparten clase y lugares donde los lugareños acuden a bailar el tango –o “milongas”. En el año 2009 fue incluido en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.

Una buena manera de comenzar a conocer Argentina es a través de su magnífica capital, Buenos Aires, una urbe que, además de albergar un rico legado arquitectónico colonial, nos ofrece también infinidad de barrios y lugares donde disfrutar de su exquisita gastronomía, la belleza de su arquitectura y una animada vida nocturna.

Es por ello que recomendamos la visita del barrio de Puerto Madero, en la zona centro de la ciudad, uno de los cuarenta y ocho barrios en que se divide Buenos Aires. Su historia se remonta solamente a finales del siglo XIX, lo que lo convierte en uno de los barrios más jóvenes de Buenos Aires. Del proyecto original se conservan todavía los característicos ladrillos rojos, así como la emblemática Avenida Costanera, que hoy sigue siendo uno de los paseos predilectos de los porteños.

Se trata de un amplio y espléndido lugar por el que dar un paseo, pues alberga además una de las principales zonas de ocio de la capital. Sus animadas calles –cuyos nombres rinden homenaje a destacadas mujeres argentinas– están repletas de buenos restaurantes, museos, residencias exclusivas y centros de negocios, y nos ofrecen unas vistas privilegiadas sobre el Río de la Plata.

Frente a Puerto Madero, por otra parte, se encuentra la fantástica Reserva Ecológica Costanera Sur, un enorme espacio natural que sirve de contacto entre la ciudad y el mar. Años atrás, esta zona servía como balneario a los habitantes de la ciudad, si bien hoy destaca por albergar una gran diversidad de especies vegetales y animales, a la vez que permite realizar agradables paseos a pie o en bicicleta.

En la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, junto a los barrios de San Telmo y Puerto Madero, encontramos el popular barrio de La Boca. De raíces obreras, este barrio debe su nombre al hecho de situarse justo en la desembocadura del Riachuelo, en el Río de la Plata. Aquí llegaron, durante la primera mitad del siglo XIX, numerosos migrantes a bordo de grandes buques mercantes, terminando por instalarse de manera definitiva en la zona.

Prácticamente deshabitado hasta entonces, serían precisamente ellos –en su mayoría italianos genoveses y españoles– quienes le darían al barrio las características que le conocemos actualmente. Según se dice, los vivos colores con los que se decoraron las humildes casas de los recién llegados, levantadas en madera y chapa metálica, procedía de los sobrantes de pintura destinada para las embarcaciones.