Descubre la universidad y la Mezquita al Quaraouiyine

La primera universidad del mundo abrió sus puertas en el año 859 en la ciudad marroquí de Fez, en la Mezquita al Quaraouiyine. Visita obligada para cualquier viajero en la bulliciosa Fez, que quizás se sorprenda al descubrir que fue una mujer, Fátima al Fihriya, la promotora de esta mezquita donde surgió la enseñanza superior y que, pasado el tiempo, se convirtió en un importante núcleo del conocimiento en el Mediterráneo. El acceso a la mezquita está reservado a los musulmanes, así que tendrás que conformarte con echar un vistazo desde la entrada. Aún así, no pases por alto este rincón de la medina fecí.

Madrazas y funduqs de Fez

Al sumergirte en la cultura marroquí te toparás con dos términos frecuentes, las madrazas y los funduqs. Las primeras son escuelas y, entre las más hermosas y elegantes de la ciudad, podrás visitar la Medersa Attarine y la Madraza de Bou Inania. Su arquitectura típica consiste en un patio central ornamentado y rodeado de arcadas y habitaciones en sus cuatro costados, generalmente de doble altura. Por su parte, los funduqs, de origen medieval, son antiguas posadas donde pernoctaban los mercaderes y guardaban sus mercancías. Pregunta en la medina por el funduq restaurado y convertido en el Museo Nejjarine y visítalo para admirar las artesanías en madera.

Sorpréndete con las curtidurías de cuero

La imagen más famosa de Fez, fotografiada por generaciones de viajeros, es la plaza de los curtidores. La encontrarás en el corazón de la medina, con los viejos toneles rellenos de tintes de llamativos colores para teñir las pieles. Con ellas se confeccionarán los bolsos, chaquetas y demás artículos de marroquinería que se ofrecen en los innumerables puestos. El trabajo de los curtidores es durísimo, pero observarlo tiene algo de hipnótico. La mejor panorámica de la plaza de los curtidores se tiene desde las terrazas de las tiendas a su alrededor. Los vendedores te franquearán con gusto el paso, confiando en que su cortesía les reporte alguna venta.

Saborea las delicias de Fez

En esta ciudad vas a disfrutar de una cocina realmente maravillosa. No puedes dejar de probar el cuscús –sabrosa sémola de trigo con carnes y verduras–, el tajín –un estofado de pollo o cordero que se sirve en un curioso recipiente cerámico que da nombre al plato–, la riquísima pastela –sublime relleno dulce y salado de carne especiada y envuelto en una fina masa de hojaldre (Ouarqua) – y los kefta –pequeñas albóndigas de carne condimentada y servidas con tomate–. Como entrante, pide una harira, que es una rica sopa a base de tomate, cebolla y garbanzos. Y para rematar el banquete, un té de hierbabuena con exquisitas pastas marroquíes. ¡Soberbio!

Relájate en el balneario de Moulay Yacoub

Marruecos atesora una riqueza oculta: sus aguas termales. A solo unos 15 kilómetros de Fez, en mitad de un árido valle, se encuentra el balneario de Moulay Yacoub. Sus aguas sulfurosas y cálidas poseen reconocidas propiedades terapéuticas y calmantes, por lo que están indicadas en el tratamiento del reumatismo, problemas respiratorios, enfermedades de la piel, etc. Los baños termales municipales son frecuentados por familias marroquíes de todo el país, brindando a su visita una experiencia de singular autenticidad. Cerca de ellos se ha construido un moderno y lujoso hotel balneario, Vichy Termalia, que oferta un amplio catálogo de tratamientos con agua termal. ¡El mejor lugar para relajarse después de unos días de intenso turismo!

• Visitar una mezquita sobre las aguas
   

A orillas del océano Atlántico, construida sobre una península artificial creada ganando espacio al mar, se encuentra la impresionante Mezquita Hassan II, una de las más grandes y hermosas del mundo musulmán. Su visita está permitida, siempre acompañado de un guía, para que puedas ver en su interior las preciosas maderas que se mezclan con el mármol y el ónice, la simetría de los arabescos y los aliceres, sus puertas ornamentadas, sus espectaculares techos y pilares… Sin duda alguna, te sorprenderá su espectacular minarete de 172 metros de altura, hecho que le ha otorgado el título de “templo más alto del mundo”.
 

• De compras por la ciudad
   

Casablanca es un pequeño paraíso para los amantes de las compras, con mercados, tiendas y grandes centros comerciales donde adquirir todo tipo de productos. En el centro de la ciudad puedes encontrar tiendas de las marcas más famosas y lujosas del mundo, así como en sus centros comerciales. Destaca el Morocco Mall, el más grande de África, con 600 marcas comerciales, una fuente musical y un acuario que te encandilarán. Si eres un enamorado de la artesanía, dirígete a la medina y a sus zocos, donde los artesanos te esperan para ofrecerte piezas típicas: bandejas, teteras, artículos de cuero, calzado, pufs… ¡No sabrás qué elegir entre tanta variedad!
 

• Descubrir la “dolce vita” marroquí en su antigua medina
   

A pocos pasos del puerto de Casablanca te recomendamos recorrer el entramado de estrechas callejuelas de la antigua medina. Es la más reciente del país, reconstruida tras el devastador terremoto de 1755, y una de las más originales, ya que sus construcciones entremezclan la arquitectura árabe-musulmana con algunas influencias europeas. Aún mantiene hoy día los últimos restos de la ciudad anterior al siglo XX. En esta zona podrás ser testigo de cómo los marroquíes disfrutan de la buena vida en sus bares, restaurantes y tiendas, así como de todos los eventos culturales que se celebran a lo largo del año.
 

• De la antigua a la nueva medina: el barrio de los Habous
   

Una vez recorrida la antigua medina y sus tiendas tradicionales, no puedes perderte la Nueva Medina o barrio de los Habous. Diseñado por los franceses en la década de 1920, es un distrito ecléctico repleto de plazas arboladas, callejones y arcadas de lo más elegantes; edificios coloniales, construcciones al más puro estilo magrebí y pequeños zocos dedicados a la venta de artesanía marroquí. En sus alrededores puedes pasear tranquilamente por el Boulevard Víctor Hugo y visitar lugares clave como el Palacio Real, el Palacio de Justicia, la Mezquita Mohamed V y la Mezquita Moulay Youssef. No olvides probar los pasteles de algunos de sus puestos.
 

• Darte un chapuzón en sus playas urbanas
   

Apoyada en el océano Atlántico, Casablanca es un gran balneario de playas donde relajarse después de un agotador día de turismo. En el centro, en la zona de la cornisa de Aïn Diab, los complejos hoteleros ponen a tu disposición todo tipo de instalaciones y servicios, combinados con playas privadas y parques acuáticos. Lalla Meryem es otra de las playas más recomendables. En ambas puedes practicar todo tipo de actividades acuáticas como motos de agua, windsurf, buceo… y disfrutar de su gastronomía en los múltiples bares y restaurantes de su paseo marítimo, donde no puedes perderte un agradable paseo al atardecer.

Visita la Torre Hassan y el mausoleo Mohammed V

Son dos de las visitas imprescindibles en tu recorrido por la capital de Marruecos. La Torre Hassan es una construcción inacabada, proyectada por el gran sultán Yacoub al Mansour en el siglo XII con la idea de erigir el minarete más alto. No tuvo tiempo suficiente para completar su proyecto, pero nos ha legado una de estampas más emblemáticas de Rabat. A su lado se encuentra el Mausoleo de Mohammed V, abuelo del actual monarca alauita. Es una notable obra arquitectónica que identificarás enseguida por su hermosa fachada de mármol blanco. El complejo incluye una bella mezquita y un museo dedicado a la historia de la dinastía reinante.

Viaje al pasado en la Kasbah de los Udayas

Esta bonita alcazaba, rehabilitada en la época del protectorado francés, es perfecta para un paseo al aire que te llevará de viaje por la historia antigua de Marruecos. Se encuentra en uno de los extremos de Rabat, muy próxima al mar. Originalmente fue un fortín donde se asentó la tribu de los Oudayas, quienes lo convirtieron en una espléndida ciudadela. Adéntrate en su interior para recorrer el pintoresco entramado de callejuelas, con sus características casas pintadas de blanco y azul; y disfruta de las preciosas vistas del mar y de la vecina ciudad de Salé desde los miradores sobre la muralla.

La multicultural Necrópolis de Chellah

En su origen fue un puerto de escala llamado Sala Colonia, punto comercial de gran importancia por su ubicación a orillas del río Bou Regreg y la proximidad al Atlántico. Se cree que los fenicios fueron la primera civilización que dejó su huella en la que después sería ciudad romana. Posteriormente, los árabes ampliaron el emplazamiento para construir una mezquita y algunos santuarios. Pasear por la Necrópolis de Chellah te dará una idea clara de la sucesión de culturas que subyace en la historia de este país. Hoy en día, Chellah es popular por acoger, cada año, la celebración del Festival de Jazz au Chellah.

Jardín exótico de Bouknadel

El gusto por los jardines está integrado en la cultura árabe y en su arquitectura tradicional. A 20 kilómetros de la capital marroquí merece la pena visitar el Jardín exótico de Bouknadel, diseñado por el ingeniero francés Marcel François a mediados del siglo pasado. Disfruta de este refinado vergel que reproduce en sus trazados la selva y los bosques exóticos, la vegetación exuberante en el corazón de un país que asociamos al desierto. Podrás contemplar árboles y flores originarias de China, Asia del Sur, el Congo, Japón, las Antillas, la Polinesia…, todas ellas compartiendo este pequeño paraíso terrenal a nuestro alcance.

Haz una ruta cultural por sus museos

Rabat es una ciudad moderna y un destino cultural con una oferta museística de relieve. Entre los museos de visita recomendada figura el antiguo Museo Arqueológico, que, tras su reciente reforma, ha pasado a llamarse Museo de Historia y de las Civilizaciones de Rabat. En él se conservan los hallazgos arqueológicos de los diversos yacimientos de Marruecos, como Volubilis, Banassa o Thamusida. Como contrapunto resulta muy interesante un recorrido por el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo Mohamed VI, inaugurado en 2014 en la parte nueva de la ciudad, desarrollada en la época colonial francesa. Su completa colección de pintura y fotografía, entre otras obras, te sorprenderá.

• Perderse paseando por la Plaza Jamâa El-Fna
   

Es la principal plaza de Marrakech y el centro de la vida de sus habitantes, un lugar de encuentro donde perderse paseando entre sus múltiples tiendas mientras te embriagan los olores de la menta y de las especias y te acompaña la música más tradicional. Visítala por el día para hacer tus compras y llevarte a casa los mejores recuerdos y por la noche para para degustar sus delicias locales en los puestos de comida. Nuestra recomendación es que vayas a alguno de sus bares con terraza cuando atardece para que admires desde las alturas la belleza de esta bulliciosa plaza.
 

• Visitar el jardín de Yves Saint Laurent
   

En pleno corazón de esta ciudad caracterizada por los tonos ocres se encuentra el Jardín Majorelle, un remanso de paz que sorprende a todo el que lo visita por el intenso color azul de su edificio y por el verde de su exuberante vegetación. Propiedad de Yves Saint Laurent desde 1980, el jardín botánico alberga plantas de diferentes continentes, un café-restaurante de estilo morisco donde tomarse un respiro y un museo bereber en el que es posible conocer la rica cultura de este pueblo. ¡Prepara la cámara para hacer algunas de las mejores fotos de tu visita a la ciudad!
 

• Admirar la belleza de la mezquita más importante
   

Aventúrate por el casco antiguo de Marrakech mirando al cielo para ver cómo sobresale el impresionante minarete de 77 metros de altura de la Mezquita Koutoubia, la más importante de la ciudad. Sin duda alguna, te recordará a la Giralda de Sevilla, ya que su diseño y sus proporciones sirvieron de inspiración para su construcción. Aunque el acceso a su interior es exclusivo para practicantes de la religión islámica, puedes admirar la belleza de su exterior, con imponentes muros y bloques de piedra arenisca decorados por filigranas en piedra y azulejos; y de sus jardines repletos de palmeras, naranjos y otros árboles frutales.
 

• Respirar aire puro en sus principales espacios naturales
   

Marrakech no es solo cultura, historia y patrimonio, también es naturaleza y aventura. La ciudad está rodeada por las impresionantes montañas del Atlas que invitan a practicar todo tipo de actividades al aire libre. Entre los valles de los ríos N’Fiss y Ourika se extiende el Parque Nacional del Toubkal, donde podrás encontrar zonas protegidas con enebros, robles y una amplia variedad de especies de animales. Te recomendamos ascender hasta el pico Jbel Toubkal, uno de los más bonitos del país y del continente, siempre acompañado de un guía conocedor de la zona que te mostrará los rincones más alucinantes.
 

• Degustar su plato mítico: el Tanjia
   

En todo viaje a cualquier destino es fundamental descubrir su gastronomía típica. La de Marruecos es una de las más deliciosas del mundo y en tu paso por Marrakech no puedes dejar de probar su plato mítico: el Tanjia. Es un guiso elaborado en una vasija de barro y cocinado de seis a ocho horas sobre las brasas. Está compuesto por trozos de carne de ternera, especias en grandes cantidades (especialmente comino), limón y azafrán, entre otros ingredientes. Debido a la duración de su cocinado, la carne resulta especialmente tierna, con una salsa muy sabrosa que querrás probar más de una vez.

La bahía, una de las más hermosas del mundo

La ciudad costera de Agadir ha merecido el reconocimiento internacional por la hermosura de su bahía. Dos cosas que no puedes dejar de hacer en tu visita a Agadir son reservar un emocionante paseo en lancha rápida por los alrededores de la bahía y disfrutar de sus preciosas puestas de sol. Agadir pasa por ser la capital del turismo marítimo marroquí, de modo que, si tus aficiones van por ahí, no desaproveches la ocasión, bien en sus aguas tranquilas o en las más agitadas de Taghazout, antiguo pueblecito de pescadores donde además disfrutarás de las instalaciones de un magnífico balneario.

“Amlou”, dulce y delicioso

La llaman la “nutella” marroquí y está, sencillamente, riquísima. Es una crema dulce y deliciosa que se prepara con almendras tostadas, miel y exquisito aceite de argán. Se puede tomar untada en el pan del desayuno o usarse como relleno dulce de múltiples elaboraciones, desde crepes a gofres. Resulta muy nutritiva, rica en proteínas y vitaminas, y te dará fuerzas para toda una jornada recorriendo las increíbles bellezas de Agadir. En la cultura bereber se consideraba un afrodisíaco. Un buen “Amlou” artesano puede ser, además, un excelente regalo para llevar de vuelta a casa que agradecerá todo buen foodie.

Descubre las virtudes de argán, el árbol providencial

Desde hace años, las virtudes del aceite de argán, extraído del fruto del árbol del argán, se han divulgado ampliamente. Su composición, con un alto porcentaje de ácidos grasos esenciales y tocoferoles, lo convierten en un potente hidratante, tanto para la piel como para el cabello. Es, además cicatrizante, antiséptico, antifúngico, previene el envejecimiento y no engrasa. Por ello, su aceite es ingrediente de múltiples productos cosméticos. Este oro líquido del desierto para el cuidado personal es también comestible, ya que mejora el funcionamiento hepático y reduce la absorción del colesterol. Te recomendamos que adquieras aceite puro y certificado para asegurarte de aprovechar todas sus excelentes cualidades.

Una visita a Mirleft, la playa mágica

La excursión a Mirleft es una tentación para los viajeros deseosos de sumergirse en el Marruecos más singular. El lugar, una pequeña población de la costa atlántica –originariamente un fuerte de construcción española– se encuentra a unos 120 km al sur de Agadir, en la provincia de Sidi Ifni. Refugio de hippies en los años 70, a día de hoy Mirleft continúa conservando su aura peculiar y bohemia, al tiempo que atrae a los amantes del surf, el trekking y la naturaleza en general. Te merecerá la pena hacer unos cuantos kilómetros más y admirar la playa salvaje de Legzira, con sus impresionantes arcos de roca rojiza.

Taghazout, paraíso de los surfistas

Si eres surfista, ¡esto te interesa! A lo largo de los interminables kilómetros de la costa atlántica marroquí existen excelentes lugares para la práctica del surf y el windsurf. Si adoras deslizarte sobre las olas encaramado a una tabla, recuerda este nombre: Taghazout. En sus aguas podrás disfrutar de tu deporte de forma increíble. Uno de los lugares de surf más populares de Marruecos, Anchor Point, se encuentra en esta zona, brindando una experiencia única de sucesión de olas. En la calle principal de Taghazout verás bastantes tiendas especializadas, además de tranquilas cafeterías, para descansar después de un apasionante día de surf.

• Tomar el pulso de la vida en la vieja Medina y los zocos
   

El pasado internacional de Tánger aún palpita en los rincones de su vieja Medina y en sus zocos. Sobre un intrincado laberinto de callejuelas, los comerciantes exponen su mercancía al público: las artesanías de cuero, cerámica y metal, las alfombras y mantas tejidas a mano, las especias, los higos y los dátiles, los dulces de miel y almendras… La Medina es un mosaico de colores, olores y sabores en permanente movimiento. No renuncies al placer de regatear en los puestos y reserva un tiempo para admirar la plaza del Grand Zoco o Plaza del 9 abril, que enlaza la Medina con la ciudad nueva.  
 

• Pasear por el barrio de la Kasbah
   

Otro imperdible de Tánger la Blanca, como se ha denominado a la ciudad por sus casas encaladas, es el paseo por el barrio de la Kasbah. Se trata de un antiguo recinto amurallado, ubicado sobre una de las colinas de la ciudad. De nuevo se replicará ante tus ojos el entramado de callejuelas, donde nos topamos con un buen número de hoteles con encanto y riads tradicionales. Busca una terraza agradable, encarga un té al camarero y dedícate a disfrutar de las vistas mientras haces un alto en el camino. La Kasbah es un estupendo mirador con vistas al antiguo puerto de Tánger.
 

• Disfruta de un espléndido día de mar

El océano Atlántico se encuentra con el mar Mediterráneo frente a la costa de Tánger. El lugar exacto, a un par de kilómetros al oeste de la ciudad, es el cabo Spartel, antiguamente conocido como cabo Ampelusia y uno de los límites en tierra del estrecho de Gibraltar. Lo identificarás rápidamente por el faro que lo corona. En los alrededores abundan las opciones para un espléndido día de mar. Te recomendamos playa Sol y playa de Achakar, ambas bonitas calas con Bandera Azul. Aunque quizás la que te resulte más impresionante, por sus 20 kilómetros de arena blanca, sea Sidi Kacem. ¡No te la pierdas!
 

• Sigue los pasos de Hércules en Tánger
   

Siguiendo la línea de la costa, pasando 5 kilómetros el cabo Spartel, te aguardan las Cuevas de Hércules. Estas grutas naturales, que ya conocieron los fenicios, son una auténtica maravilla de la naturaleza que no te resistirás a compartir en tu Instagram. El lugar es de libre acceso, aunque a buen seguro encontrarás a algún guía local que se ofrecerá a hacerte una visita guiada y explicarte cómo en estas cuevas durmió el héroe mitológico Hércules antes de acometer su undécimo trabajo: robar las manzanas del Jardín de las Hespérides. Aprovecha la excursión para saborear un delicioso tajín de pescado en los chiringuitos próximos a las cuevas.
 

• Date un respiro en los Jardines de La Mendoubia
   

Cerca del Gran Zoco, al norte de la Mezquita Sidi Bou Abid, se extienden los Jardines de La Mendoubia, desde hace siglos un reducto de paz y verdor en el corazón de Tánger. Turistas y locales frecuentan estos bellos jardines donde podrás ver un árbol de Banyan que, según dicen, tiene más de 800 años. Es uno de los atractivos de este lugar, así como la colección de treinta cañones de bronce que en el siglo XVII armaron la defensa de navíos que surcaban el Mediterráneo. Localiza una buena sombra bajo una palmera y descansa observando el deambular de las gentes que vienen y van.