Schloss Mönchstein Hotel

“¡Fantástico!”

Hemos pasado tres noches en este hotel, y hemos podido comprobar de primera mano lo que es una atención personalizada y exquisita, pero sin ser esnob o cargante, sino cercana y muy agradable. Son muchos los detalles que recordamos de nuestra estancia. Detalle por ejemplo de que el check-in lo h... Más

Hemos pasado tres noches en este hotel, y hemos podido comprobar de primera mano lo que es una atención personalizada y exquisita, pero sin ser esnob o cargante, sino cercana y muy agradable. Son muchos los detalles que recordamos de nuestra estancia. Detalle por ejemplo de que el check-in lo hagas en la terraza del bar sentado mientras te ofrecen gratuitamente a beber un vino, champán o lo que te apetezca, y que mientras tanto te suban el equipaje a tu habitación. O de que sepan quién eres y antes de decir el número de la habitación para pedir la llave ya la han cogido para dártela (no hay tarjeta para la habitación, sino llave que dejas cada vez que sales, lo que hace también que tengas más trato con el personal del hotel). O el detalle de que mientras hacíamos el check-out nos acercaron el coche a la puerta para meter las maletas. O el detalle de que al despedirnos nos dieran unas botellas de agua fresquitas y un obsequio de un tarro de mermelada con la etiqueta del propio hotel (de frutos rojos y chocolate, que la habíamos probado en el desayuno:¡riquísima!). La ubicación del hotel es perfecta si vas en coche a Salzburgo, porque tiene aparcamiento gratuito y estás dentro de la ciudad. En lo alto de una montaña, pero al fin y al cabo estás dentro de la ciudad. Para que no tengas que estar subiendo y bajando la montaña a pie, que es una fuerte subida, en el hotel te dan un pase para usar, todas las veces que quieras, un ascensor que está dentro del Museo de Arte Moderno Mönchsberg. Este ascensor está a escasos minutos del hotel andando por el bosque, junto a un mirador con unas impresionantes vistas de la ciudad, y te deja en la parte de abajo, en el casco antiguo. Nosotros aprovechábamos, siempre que subíamos o bajábamos, para estar un rato disfrutando de las vistas. Reservamos una habitación doble. Pedimos planta alta al hacer la reserva, y nos lo respetaron, pues nos dieron la sexta planta, la penúltima. Las vistas daban a la entrada del hotel, con el bosque al fondo. Era de buen tamaño, amplia para estar a gusto en ella. Cama grande y cómoda, armario espacioso, una mesita y un par de sillas, y un pequeño escritorio debajo de la enorme televisión. El baño, muy grande, tenía una amplia ducha de plato con mucha presión del agua. Amenities completas que se reponían diariamente. Albornoz agradable de usar y zapatillas. Al llegar a la habitación nos encontramos un plato con frutas y un pequeño bizcocho de bienvenida. Todas las noches te hacían el descubierto en la habitación, y te dejaban un bombón y una tarjeta con una cita. El desayuno, tipo buffet, no era excesivamente variado pero sí con un poco de todo: panes, bollería, embutidos, fruta, lácteos, una zona especial con quesos selectos,… Podías pedir platos calientes a base de huevos, salchichas de venado y bacon. Todo muy rico. La limpieza, impecable. El wifi iba bastante bien. En definitiva, un muy buen hotel y una opción más que interesante en Salzburgo. Y ahora, una vez dicho todo esto, tengo que dar un tirón de orejas, porque el primero de los tres desayunos que tuvimos en el hotel fue un auténtico desastre, no solo para nosotros sino para todos los comensales. Tardaron siglos en traer los cafés, en tomar nota para los platos calientes. Les comenté que no había pan y tras 15 minutos seguían sin reponerlo. Fue como si todo se les hubiera ido de las manos. Lo considero algo anecdótico, puesto que el resto de los desayunos fueron bastante buenos y no ocurrió nada, pero para ser justos, he de decir que es algo que un hotel de esta categoría no debería permitirse.

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